
La vida del microplástico: cómo los fragmentos se mueven a través de plantas, insectos, animales ¡y tú!
La vida del microplástico: cómo los fragmentos se mueven a través de plantas, insectos, animales ¡y tú!
Los microplásticos se han encontrado en la placenta de bebés por nacer, en las profundidades de la Fosa de las Marianas, en la cima del Everest y en los órganos de pingüinos antárticos. Pero ¿cómo viajan por el mundo y qué efectos causan a los seres que los portan? Este es el relato de cómo el plástico contamina ecosistemas enteros, incluso la comida que consumimos.
El comienzo: un solo hilo
Todo empieza con un hilo de poliéster que se desprende de una prenda de acrílico rosa al girar en la lavadora. En ese ciclo de lavado, se liberan cientos de miles de diminutos fragmentos y fibras plásticas: se estima que hasta 700 000 por carga. Ese hilo viaja, junto con miles de millones de fibras sintéticas similares, por las tuberías del agua doméstica hasta llegar, a menudo, a las plantas de tratamiento de aguas residuales. El lodo residual resultante se utiliza como fertilizante en campos agrícolas en EE. UU. y Europa, convirtiendo el suelo en un enorme depósito global de microplásticos. En una planta de Gales se detectó que el 1 % del peso del lodo era plástico.
En el suelo y en las lombrices
Esparcido en el campo como agua o lodo, nuestro hilo penetra en los ecosistemas del suelo. Una lombriz, bajo un campo de trigo, confunde el hilo con materia orgánica y lo consume. Pero no puede procesarlo como materia vegetal común. Un tercio de las lombrices contiene plástico, al igual que un cuarto de caracoles y babosas, según estudios. Las orugas de mariposas como la pavo real, la común azul y la admiradora roja también presentan microplásticos, probablemente por alimentarse de hojas contaminadas.
Estos plásticos dificultan la digestión de nutrientes, provocan pérdida de peso, retardo en el crecimiento, menor fertilidad y daños en órganos como hígado, riñón y estómago incluso en insectos y organismos microscópicos que mantienen la fertilidad del suelo. Un informe de la ONU indica que el suelo contiene más contaminación por microplásticos que los océanos, lo que impacta la base de muchas cadenas alimentarias.
Escalando la cadena alimentaria
En un jardín suburbano, un erizo se alimenta de doce invertebrados por noche, ingiriendo fibras plásticas que estaban en su interior. Un estudio en el que se analizaron las heces de 189 erizos detectó plástico en 36 de ellos, y uno contenía 12 fibras rosas de poliéster. También se han documentado ratones, topillos y ratas con microplásticos ya sea directa o indirectamente.
Aves insectívoras como vencejos, zorzales y mirlos también ingieren plásticos a través de sus presas. Un estudio reciente identificó microplásticos en los pulmones de aves, evidenciando inhalación directa. Según la profesora Fiona Mathews, los microplásticos son ahora ubicuos en todos los niveles de la red alimentaria. También se detectan en carne, leche y sangre de animales de granja. En humanos, se consumen al menos 50 000 partículas de microplásticos al año, presentes en alimentos, agua y aire, y han sido halladas en sangre, semen, pulmones, leche materna, médula ósea, placenta, testículos y cerebro.
Al viento y a los ríos
El hilo de poliéster persiste tras pasar por animales; cuando estos mueren, el cuerpo se descompone, pero el hilo resiste. Puede incorporarse nuevamente al suelo, ser arado o levantado por el viento en suelos secos, o arrastrado por lluvias hacia ríos que lo llevan al mar: esta ruta es una fuente importante de contaminación marina. Este fenómeno, denominado “espiral plástico”, explica cómo incluso lugares remotos como el Gran Cañón o parques nacionales reciben microplásticos por lluvia atmosférica y corrientes.
Infiltrándose en plantas y cultivos
Con el tiempo, ese fragmento se degrada hasta alcanzar tamaños tan minúsculos que se infiltra por las raíces de las plantas. Se han encontrado nanoplásticos en hojas y frutos, lo que interfiere con la fotosíntesis y bloquea los canales de agua y nutrientes, liberando sustancias químicas tóxicas. Cultivos básicos como trigo, arroz y lechuga contienen plástico, lo que los hace otra vía de entrada directa en la dieta humana.
Ocho mil millones de toneladas de plástico y contando
Desde los años 50, los humanos han producido más de 8.3 mil millones de toneladas de plástico, un peso equivalente al de mil millones de elefantes. Este se encuentra en envases, textiles, materiales agrícolas y productos de consumo. Evitar su uso por completo es casi imposible. Emily Thrift, investigadora en la Universidad de Sussex, sostiene que aunque los consumidores pueden reducir su consumo, no deberían cargar con toda la responsabilidad. Habrá que aplicar políticas que penalicen a las corporaciones contaminantes para lograr cambios reales.
🧠 Reflexión final
Este artículo muestra cómo un fragmento diminuto de plástico puede tener un ciclo de vida centenario, viajando a través de sistemas naturales, contaminando ecosistemas y sistemas alimentarios enteros. Extricar estos fragmentos una vez dispersos es prácticamente imposible: prevenir su liberación desde el principio es esencial.